Concesionario oficial H-D Madrid

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Los paisajes siberianos que cabalgó Miguel Strogoff, pero a lomos de una moto Harley Davidson. Por eso el chef Sergi Arola (Barcelona, 1968) posa con un modelo espectacular de Makinostra, concesionario de la marca en Madrid. Su viaje soñado, por ahora pospuesto sine die por falta de tiempo, sigue el recorrido del mítico Transiberiano por la vía férrea más extensa del mundo, tanto como para empezar en Europa y acabar en Asia. Su ruta -el cocinero fantasea a menudo sobre ella– arrancaría en San Petersburgo, visitaría Los Urales, rodaría por la tundra y llegaría al lago Baikal, El Ojo Azul de Siberia, o la Perla de Asia, elijan ustedes mismos adjetivo, con sus aguas cristalinas y sus casi 20 metros de profundidad en algunos puntos. A partir de aquí, existen dos posibilidades: enfilar hacia la península de Kamchatka o desviarse hacia China y terminar la aventura en Beijing. Arola se decanta por la segunda opción.

Él se uniría a algún motor tour ruso que contara con la infraestructura necesaria. “Es un viaje apasionante para hacer en tres semanas o un mes, pero no en solitario, es extremadamente peligroso”, avisa. Los itinerarios que le gustan son todos por el estilo: kilómetros y kilómetros de carretera que van dejando atrás regiones, estados, paisajes, territorios. Por eso le llama la atención la Ruta 66, y otras que cruzan Norteamérica. ¿Cuándo podrá realizar alguna de ellas? La pregunta devuelve al chef a la realidad. Por ahora, imposible. “Nunca he hecho nada ni remotamente parecido”, se lamenta. Sí, ha salido a rutear en grupo, con amigos, dos, tres días, pero nada que se le pueda comparar en magnitud a lo que le encantaría acometer.

Este verano tratará de ir sobre dos ruedas a alguno de sus viajes de trabajo. La apertura de su restaurante en la estación de esquí de Verbier lo llevará un par de veces a los Alpes suizos en agosto. “Voy a intentar ir en moto al menos a una de las reuniones, aunque tarde un día más; saldría de mi restaurante de Barcelona”, avanza. Le calcula unos tres días al trayecto. A Arola se le nota con mono de Harley. “He ido en moto toda mi vida; de hecho, ahora mismo no tengo coche. Para viaje largo, prefiero el tren, y alquilar vehículo en destino, sobre todo porque tiendo a dormirme al volante”, confiesa. ¿Y por qué engancha la moto? “Es difícil de explicar, vas contigo mismo, pensando en tus cosas, pendiente de la conducción; con una Harley vas a otro ritmo, no necesitas correr, disfrutas del paisaje”, responde. El ocio no empieza cuando llega a destino, sino que forma parte del trayecto. “La mayoría de la gente no vuela 130 veces al año; yo, sí. Lo último que quiero es coger otro avión. Quiero disfrutar del camino”, sentencia.